Da la sensación de que lo que exterioriza el mensaje presidencial es una mezcla de estrategia electoral y la expresión de un estado de ánimos. Hoy nadie puede discutir que, en las elecciones, Cristina Fernández gana. Pero la cuestión que se le presenta a ella es cuáles serán las condiciones de gobernabilidad si accede a la reelección; qué Cámara de Diputados tendrá o qué composición habrá en el Senado. Las estadísticas señalan que, en 2007, Cristina sacó 45 puntos y necesita ampliar esa base electoral, porque en este período se van los que llegaron hace cuatro años. Tal como está hoy el Congreso no le resulta cómodo gobernar a la presidenta de la Nación.
Insisto: Cristina Fernández necesita ampliar la base de sustentación. Por otro lado, tiene que demostrar que sabe cómo cambiar algunas cosas para un nuevo período de gestión. Se da cuenta que, si bien en los últimos años cambiaron las condiciones socioeconómicas, más favorables para una parte de la población, también percibe que el sindicalismo, tal como está ahora, no le sirve como aliado. Por eso intenta sentarse más seguido a dialogar con los empresarios o con los mismos sindicalistas. Por eso le dice no a Hugo Moyano sobre el intento de la CGT por avanzar con el proyecto de participación de los trabajadores en las ganancias empresariales.
Si uno analiza el componente estratégico de su ambiguo discurso, puede llegar a interpretarse que una campaña emotiva siempre es mejor que una racional. Con esa emotividad de lo que le pasa a ella llega a mucha gente. Antes de que se bajaran Fernando "Pino" Solanas y Mauricio Macri, Cristina tenía 45 puntos de intención de votos nacional. Es probable que sin aquellos contrincantes ese piso haya crecido y pensemos en un 50. De todas maneras, creo que hasta las primarias de agosto no habrá claridad en el escenario para fijar pisos y techos electorales. Hoy la población se mantiene al margen de las contiendas políticas entre oficialismo y oposición. Aunque no quiera votar a Cristina, tampoco sabe a quien votar en el arco opositor. Ni siquiera se puede arriesgar a decir que habrá segunda vuelta.
El calendario electoral aún le da margen para que la Presidenta piense, al menos hasta fines de junio, si decide o no ir por la reelección. Las primarias de Santa Fe y las definiciones acerca de los candidatos que ella bendecirá para las elecciones del 10 de julio en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires pueden marcar una señal sobre si continúa dando pelea electoral.
Hoy por hoy, el oficialismo no se plantea un escenario sin Cristina como candidata. O casi nadie. Si bien en política nada es imposible, no se observa ni se escucha una estrategia o plan B, con otros postulantes representando al oficialismo. Creo que ella intentará acomodar las cosas lo máximo posible. Luego dirá abiertamente si se presenta para la reelección. O no. (Especial para LA GACETA)